Querido lector-a,
Mi otra pasión, además de la literatura, es la egiptología. Durante muchos años he leído todo lo que ha caído en mi mano sobre este apasionante tema. Muchas veces, cuando he leído sobre las religiones que defienden la reencarnación como dogma, he pensado que de ser cierto, yo seguro que debí ser, en una vida anterior, escriba en el Egipto faraónico. Hoy abro otra sección en este blog que, no se a ti, pero a mi me está haciendo disfrutar como no lo hacía en mucho tiempo. Voy a tratar de explicar algunos de los episodios mas interesantes de la milenaria historia de la civilización que nació, se desarrolló y murió a orillas del mítico Nilo. Hoy empiezo con un libro que regulaba algo fundamental para los egipcios, el transito de la vida a la muerte. Nosotros lo conocemos como El Libro de los Muertos, pero para los egipcios era el Libro de la Salida al Día. Me pongo a ello:
En el antiguo Egipto, los difuntos, tras ser momificados, emprendían un viaje al Más Allá en el que se enfrentaban a toda clase de peligros y pruebas. Para sortearlos se ayudaban de las formulas mágicas recopiladas en el Libro de los Muertos.
En realidad, el Libro de los Muertos es el resultado final de una antiquísima literatura funeraria. Su origen está en los Textos de las Pirámides del imperio antiguo. Estos textos solo podían ser utilizados por los reyes y sus familias. Durante el imperio medio los textos funerarios sufrieron una especie de democratización y se convirtieron en los textos de los sarcófagos, al alcance de todos los ciudadanos. Después de sufrir ampliaciones y modificaciones de los textos de los sarcófagos, llamados así porque se introducían dentro de los mismos, surgió el Libro de los Muertos tal y como es conocido actualmente. El manuscrito del Libro de los Muertos más espectacular que se conserva es el del escriba Ani, escrito en papiro y de 23,6 metros de longitud.
Te voy a contar una anécdota sobre algunos himnos funerarios que contiene el Libro de los Muertos, citada por el escritor catalán Terenci Moix en su maravillosa novela" No digas que fue un sueño". Hace no demasiados años en El Cairo se empezaron a poner a la venta una serie de objetos funerarios en el mercado negro de un valor incalculable. La policía siguió la pista del ladrón y dio con un miembro de una familia que se había dedicado al saqueo de tumbas desde tiempos inmemoriales. Este individuo llevó a los agentes a una cueva del Valle de los Reyes en la que cuando el imperio egipcio empezó a debilitarse, los sacerdotes, para evitar los saqueos de tumbas que se estaban produciendo, depositaron los sarcófagos con las momias de los principales reyes enterrados en el Valle. Los arqueólogos que se encontraron con este maravilloso hallazgo, decidieron trasladar las momias al museo arqueológico de El Cairo. Para ello, las cargaron en varias barcazas que fueron navegando Nilo abajo. Cual sería la sorpresa de los arqueólogos cuando escucharon cantar desde las aldeas ribereñas, al paso de la comitiva real, algunos de los himnos milenarios incluidos en el Libro de los Muertos. ¿Te imaginas lo que sentirían los embarcados en esas barcazas?.
Por cierto, resulta muy curiosa la forma en que según la tradición egipcia los difuntos eran sometidos al juicio final. Eran llevados delante de Osiris y su corazón era pesado sobre una balanza frente a una pluma que representaba a Maât, la diosa de la verdad y de la justicia. Los que eran buenos accedían a la vida nueva como espíritus transfigurados. Los que eran juzgados como malos, eran lanzados a la diosa Amémet, "la tragona", que fue representada con la parte posterior de hipopótamo, la parte anterior de león y con cabeza de cocodrilo. Por cierto, la mitología del dios Osiris nos puede recordar algo. Lo digo porque fue asesinado por el dios Seth, troceado y diseminados sus restos. La diosa Isis lo recompuso y resucitó de entre los muertos.
Y hasta aquí parte de la historia del Libro de los Muertos. No te recomiendo que lo leas porque reconozco que excepto para los egiptólogos, no es una lectura muy amena. Pero bueno, ahí queda, al fin y al cabo es un libro y ya se sabe que hasta este libro, a pesar de su nombre, nos da vida.
Quedar en paz
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