martes, 1 de marzo de 2016

El mundo de papel

Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro.(Emily Dickinson (1830-1886) Poetisa estadounidense). 

Querido lector-a,

Hoy encabezo mi reseña con una frase que resume fielmente una de mis experiencias como lector. A lo largo de mi vida por unos y otros motivos no he podido realizar físicamente la mayoría de mis viajes soñados. Pues bien, la lectura me ha servido como vehículo para conocer casi todo el mundo. He estado en multitud de ciudades, épocas, ambientes, he afrontado peligros, he disfrutado de los grandes placeres de la vida, he conocido de cerca a los personajes históricos mas influyentes.  ¿Qué no te lo crees?. Pues te voy a enumerar algunos de los lugares en los que he estado:
Estuve en la Inglaterra de la edad media  de la mano de Walter Scott y ejercí como escudero de Ivanhoe. Luego di un salto en el tiempo y el espacio y pasé a conocer la verde Irlanda  de James Joyce. Volví a Inglaterra para disfrutar de su campiña a través de las novelas de Jane Austen, del Londres de Dickens o de Conan Doyle y su Sherlock Holmes.
Cuando me cansé de la humedad de Inglaterra viajé hasta la Francia revolucionaria guiado por Víctor Hugo, allí me quedé una temporada en el Paris de Balzac y disfruté del ambiente ambiguo de Stendhal. Cuando ya estaba harto de vino y noches de enredo, pasé a la bella Italia para trasladarme otra vez a la edad media de la mano de Umberto Eco, disfrute de los versos de Petrarca, estuve refugiado con Decamerón durante una epidemia de peste escuchando sus cuentos, me sumergí con Dante en los infiernos, estuve en la Sicilia del Gatopardo de Lamperdusa. Viví el ambiente de cambio de la Italia del Renacimiento y llegué incluso a ver, mucho tiempo después, como la sociedad mas culta del mundo se rendía a las voluntades de un tirano.

De la mano de mi admirado Julio Verne he viajado en submarino, en globo, he aprendido a navegar, a sobrevivir casi sin nada en una isla desierta y he dado la vuelta al mundo varias veces. En la vieja Europa he sufrido con los rusos y su literatura amarga, con Dostoievski, Tostoi y Chejov he vivido en la Rusia de los zares y los siervos. Con Gorki he estado en la Revolución.

De vuelta a España, he vivido las penurias del mal llamado Siglo de Oro, con un tal Lázaro, los lances de honor de Quevedo, Lope o Cervantes. He vivido en el Madrid de los Austrias llevado por las novelas de Pérez Reverte. Pude conocer los vaivenes políticos y sociales de la España del siglo XIX leyendo a Pérez Galdós, o los avatares del no menos convulso siglo XX con Unamuno, Pio Baroja, Cela y tantos otros. He vivido los años de la España del hambre y de la guerra y la eclosión de la democracia.

¿Y que decirte de Africa?. Durante siglos he vivido en el Egipto de esos reyes que algunos llaman  faraones. He sido escriba del gran templo de Tebas. Ayudé a Carter a descubrir la tumba de Tutamkamon. He deambulado por las selvas del centro del continente negro, he recorrido en canoa los grandes ríos, he sido testigo de guerras y hazañas.

En América he estado desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. He vivido en la Colombia un poco onírica de García Marquez, en el Perú de Vargas Llosa, en la Cuba de Carpentier.

Y te aseguro, querido lector-a que me estoy olvidando de muchos de los lugares en los que he estado. Por lo tanto, hazme caso, si no puedes viajar, coge un libro y ponte en marcha, no te arrepentirás.

Quedar en paz



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