Querido lector-a,
Hace unos días encontré, en una librería de viejo, una edición agotada del Lazarillo de Tormes. Por supuesto la compré y me he dedicado a releer una obra que hace muchos años leí por primera vez, eso sí, lo confieso, por imperativo de uno de mis profesores de literatura(bendito sea). Leyendo las aventuras de Lázaro, me he dado cuenta que aunque parezca mentira, esta historia sigue estando muy viva. Siempre que leo una novela picaresca o de aventuras de la época de la novela romántica e incluso algunas mas recientes en las que se narran las aventuras y desventuras de pequeños o grandes delincuentes, me doy cuenta que algunos escritores tienden a justificar las acciones de sus personajes. Y voy con algunos ejemplos. El propio Lazarillo de Tormes en el que el protagonista, aunque ocurrente y gracioso, no deja de ser un delincuente. O Las novelas de bandoleros patrios, como José María el Tempranillo, el bandido de las breñas andaluzas o Luis Candelas el estafador madrileño lleno de salero. Tal vez casi sin darnos cuenta, estos personajes acaban despertando simpatía incluso entre los lectores. Me viene ahora a la memoria la obra cumbre de Camilo José Cela, La Historia de Pascual Duarte, en la que se relata la vida de un asesino, que comienza con la famosa frase,- Yo señor, no soy malo,,,- .
Saco a colación todo esto, porque creo que vivimos en una época en la que es muy fácil pasar en pocas horas de héroe a villano. Al contrario ya es más difícil, yo diría que imposible. Pienso que esto, se debe a esa manía que tenemos la mayoría de encumbrar a la categoría de héroes a gente cuyo único mérito es haber ganado dinero fácil, jugando a una especie de monopoly real o bien dándole pataditas a un balón en calzón corto. Hablo de esa multitud de políticos, empresarios y deportistas que, en pocas horas pasan del lujo de sus mansiones a los menos cómodos banquillos de la Audiencia Nacional. Tal vez debemos encauzar nuestra admiración hacía personas que han utilizado su vida para trabajar en post del bien común, ya sea investigando, enseñando o creando. Es una auténtica vergüenza que la mayoría de los grandes científicos, catedráticos o artistas que tenemos en nuestro país, sean unos auténticos desconocidos para la mayoría. Cuando tengo la suerte de ir al teatro o al cine, me doy cuenta que los espectadores conocemos perfectamente a los actores, pero desconocemos a los autores de las obras o a los directores de las mismas, que al fin y al cabo son los auténticos creadores. Bueno, ya veis lo que puede desencadenar la lectura de una novela picaresca. En fin, espero no haberos aburrido y que a ninguno os venga a la mente aquella frase de Don Quijote a Sancho.-Filosofo estás Sancho.-
Quedad en paz
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