lunes, 21 de marzo de 2016

La literatura y el libre mercado

Estimado lector-a,

Hace un par de días acudí a una librería a comprar la última novela de Mario Vargas Llosa. Vaya por delante que este es un escritor al que he admirado desde hace muchos años y puedo asegurar que hay pocas obras de Él que no haya leído. Pues bien, cuando localicé la novela, Las Cuatro Esquinas, me quedé sorprendido por el precio abusivo de la misma. El libro es cuestión tiene un formato poco mas que de bolsillo y su precio sin embargo supera al  de cualquier otro con una encuadernación de más calidad. Le pregunté al librero, un viejo conocido de años, y me dijo que estaba seguro que la editorial había tenido más en cuenta el morbo que últimamente rodea al escritor, cosa que te aseguro que no voy a comentar aquí, que el valor real de la edición. Sinceramente me parece una pena que con lo difícil que es fomentar la afición a la lectura, haya editoriales que tengan en cuenta estos factores para valorar sus libros. Sí, ya sé que una editorial es un negocio y aquí lo que prima es el libre mercado y el beneficio empresarial. Se echan de menos aquellos editores, yo he tenido la suerte de conocer personalmente a dos de ellos, que anteponían su amor a la literatura a su propio beneficio.
Creo que es deber de las instituciones culturales regular adecuadamente el precio de la cultura en general y de los libros en particular. Entiendo perfectamente que la actividad de una empresa está encaminada a la consecución de beneficios, yo mismo he sido empresario muchos años y se perfectamente que o esto es así o te hundes. Pero eso no quita para que se regule de alguna manera el precio de los libros para que sean accesibles a todos. Sí, sé perfectamente que para leer no hace falta comprar libros, que hay un montón de bibliotecas que los prestan , pero la mejor forma de crear afición es que los lectores se conviertan en bibliófilos, que disfruten creando su propia biblioteca. Puedo asegurar que ese ha sido uno de los mayores placeres de mi vida.
En resumen, querido lector-a, que no compré la novela. Lo que no sé es el tiempo que voy a resistir sin comprarla, supongo que poco, pero por lo menos que quede constancia de un derecho inalienable, el derecho al pataleo.

Quedar en paz








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