martes, 27 de diciembre de 2016

Pícaros de antes y de ahora

Estimado lector-a,

Soy un gran admirador de la novela picaresca que, como sabes, tuvo su esplendor en la literatura de los siglos XVI y XVII. Muchas veces, leyendo estas novelas, he pensado en las diferencias que existen entre aquellos pícaros y los que están invadiendo nuestra sociedad en los últimos años. Por lo pronto los primeros buscaban únicamente su supervivencia y los de ahora buscan enriquecerse a costa de sus conciudadanos. Si te parece, vamos a buscar eso que les diferencia o les iguala.

El pícaro de la España del Lazarillo de Tormes, era un personaje desarraigado, al margen de todo, sin patria y sin expectativas de tenerla, sin amores que lo atasen y lo vinculasen, obsesionado con sobrevivir sin valorar moralmente medios para conseguirlo, casi siempre perseguido por la ley, vagabundo de un lado a otro y sin techo donde guarecerse. El pícaro de nuestros días (no voy a dar nombres porque no creo que haga falta), es un individuo fervientemente patriota, felizmente casado y con una buena casa donde guarecerse. Eso sí con la misma falta de moral que los primeros a la hora de medrar y hacerse rico, o más rico, sin importarle ningún tipo de obstáculo.

El pícaro del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán nada tiene y nada desea porque es un holgazán, dañoso y malicioso, astuto y taimado y muy cerca del hampa. Los pícaros que nos ha tocado sufrir en estos tiempos tienen mucho y desean mucho más. La mayoría de ellos no son holgazanes, pero dedican toda su actividad profesional a especular y engañar y no son menos astutos y taimados que sus antepasados.

El pícaro del Buscón de Quevedo, ya sea de baja estofa o de altos vuelos, hace fortuna en medio del exceso de confianza y utiliza la simulación y la mentira como herramienta de su oficio. Los nuestros también se han beneficiado en los últimos años de la confianza de miles de ahorradores o de algunos políticos no corruptos(que haberlos hailos), que no han puesto los medios suficientes para controlar a estos indeseables.

Durante muchos años la mayoría de los españoles hemos aspirado(y muchos lo siguen haciendo) a vivir de las rentas, olvidándonos muchas veces que, el mejor patrimonio, es una buena formación y un trabajo que te permita desarrollarte como persona. Este sin duda fue el caldo de cultivo de la picaresca de antaño y de la de ahora, eso sí, la mayoría de los pícaros actuales han podido gozar de una buena formación, lo cual les hace a mis ojos mucho más rechazables.

No se tú, querido lector-a, pero yo te aseguro que, si me dan a elegir, prefiero a Lázaro y sus coetáneos antes que a esta pandilla de sinvergüenzas que nos han estado esquilmando estos últimos años. Al fin y al cabo los primeros delinquían para subsistir y estos de ahora para pasarnos sus riquezas por las narices.

Por cierto, en la Sevilla del Siglo de Oro, uno de los dos centros junto con Madrid de la picaresca de la época, vivió un individuo que representa fielmente al pícaro actual. Nacido en una buena casa y educado en los mejores colegios de la época. Su nombre, Lope Ponce de León, prototipo de fanfarrón protegido por ciertos elementos de la nobleza más poderosa de la ciudad. Hijo espurio del vicario de Carmona (en esta época ser hijo de un miembro de la Iglesia no solo no era motivo de escandalo sino que imbuía de una cierta aureola de dignidad), terminó sus días en la horca no por un crimen del que fue autor confeso y asombrosamente absuelto, sino por el rapto de una mujer casada quién consentía con él engañando a su marido para esquilmarle. Este personaje fue encarcelado en la prisión de Sevilla y tenía vía libre para entrar y salir de la cárcel cuando le apeteciera, de hecho, cada vez que salía cometía una tropelía y se refugiaba de la persecución de los alguaciles en la propia cárcel. En fin, ya ves querido lector-a que a pesar de los años nuestra sociedad no ha cambiado demasiado. Ojalá las nuevas generaciones consigan un país un poco menos pícaro y más emprendedor.

Quedar en paz


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