martes, 26 de abril de 2016

El valor de un "Buenos días"

Estimado lector-a,

Hace unos días una Amiga que sé que me lee a menudo, publicó en una red social algo que me conmovió. Hablaba de la importancia de un " buenos días" y decía, con toda la razón,  que lo importante cuando envías un "buenos días" a alguien no es el deseo, es que te estás acordando de esa persona.

Muchas veces recibo de esta Amiga un "buenos días" acompañado casi siempre de una imagen de un café humeante. Te puedo asegurar que ese "buenos días" ha terminado significando mucho para mi. En esta época de mi vida en que tanta gente se ha olvidado de tantas cosas, resulta gratificante que alguien te recuerde y te envíe un saludo con los mejores deseos.
Hay amistades que, a pesar de la distancia, permanecen inalterables a lo largo del tiempo. Resulta curioso que esos lazos invisibles que te han unido alguna vez a ciertas personas se conviertan en algo irrompible. Yo creo que esto tiene mucho que ver con las circunstancias en que has conocido a esas personas. A esta Amiga a la que me he referido, la conocí en la peor época de mi vida y en las peores circunstancias posibles. Sin conocerme siquiera, encontré en ella un apoyo que no encontré en gente muy cercana. Ella fue capaz de ponerme una sonrisa cuando el dolor y la enfermedad estaban a punto de vencerme. Creo que nunca te lo agradeceré bastante.

Pues precisamente de esto va mi escrito de hoy, de amistad. No se si gracias a las redes sociales o a pesar de ellas, la palabra amistad y todo sus derivados es mas utilizada que nunca. De lo que no estoy seguro es de que el concepto de amistad actual no esté más cerca del mero conocido que del amigo. Me asombra enormemente que mucha gente presuma de tener miles de amigos en cualquiera de las redes sociales, o se jacte de pertenecer a docenas de grupos de whassat. Lo curioso es que a la mayoría de esos presuntos amigos ni siquiera los conocen personalmente. Hace unos años, cuando empezaban a funcionar los chats (casi obsoletos ya por la pujanza de Facebook, twiter, etc), a pesar de no conocerse en persona, se podía llegar a sentir por tu amigo-a de chat una gran estima e incluso en algunos casos que conozco, verdadero amor. Pero la diferencia era que las charlas con estas personas llegaban a ser tan íntimas que llegabas a sentirlos enormemente cerca. Pero ahora, todo se limita a compartir, retuitear, darle al me gusta y poquito más. Pero bueno, supongo que todo cambia y en cuanto a tecnología se refiere a una velocidad vertiginosa.

Yo sugiero que hagamos un uso razonable de la tecnología, pero que no olvidemos que no hay nada como una charla en persona, y si además se acompaña de un buen yantar, pues mejor que mejor. Eso sí, vamos a procurar acordarnos de la gente que queremos y nos quiere y enviar muchísimos "buenos días".

Quedar en paz






viernes, 22 de abril de 2016

La Santa Faz y los Testamentos Apócrifos

Querido lector-a,

Hoy vamos a hablar de unos libros fundamentales en la historia del cristianismo, los Evangelios. Pero me voy a permitir hablarte de los otros evangelios, esos libros casi olvidados sobre la historia de Jesús que narran su vida con la misma pasión y amor a su figura que los cuatro canónicos. Como sabes son los llamados Evangelios Apócrifos.

Pablo de Tarso (San Pablo para los católicos), consideraba que la única parte importante de la vida de Jesús eran su muerte y resurrección. Sin embargo todos los evangelistas enmendaron la plana a Pablo y se dedicaron a narrar todos los pormenores de la vida de Jesús de Nazaret. No voy a plantear aquí si Jesús es o no el Mesías, eso lo dejo para la fe de cada uno. Lo que voy a intentar explicar es que los testamentos apócrifos nos aportan una visión muy importante de la época de Jesús.

Los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan(los oficiales), fueron escritos durante los cien primeros años después de la muerte del Nazareno. Al parecer, la aparición de los llamados apócrifos se debió a la avidez de los primeros cristianos por conocer hechos de la vida de Jesús que en los primeros evangelios quedaban en el aire.¿ Que te parece si repasamos algunas de las aportaciones de los apócrifos a nuestros conocimientos actuales de la vida de Jesús?:

La historia de la Verónica

Cualquier alicantino, entre los que me encuentro, ha acudido alguna vez al monasterio de la Santa Faz, donde se conserva una parte del paño de la Verónica. Según el evangelio de Lucas: " Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: " Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron". Lo curioso es que este pasaje se trasformó en la siguiente historia recogida en el evangelio apócrifo Muerte de San Pablo:" Cuando mi Señor se iba por ahí predicando, y yo carecía de su presencia muy a pesar mío, quise que me pintaran su imagen, para que mientras me veía privada de su presencia, me diese al menos consuelo su figura. Y cuando llevaba el lienzo al pintor para que me la pintara, mi Señor me salió al paso y me preguntó a dónde iba. Cuando le expliqué la causa de mi marcha, me pidió el lienzo y me lo devolvió señalado con la imagen de su venerable Faz. Por consiguiente si alguien mira con devoción su aspecto, obtendrá el beneficio de la curación". De hecho Verónica es un vocablo grecolatino: vero icono que significa "verdadera imagen" de Jesús.

El Nacimiento y los Reyes Magos

Los nombres de los Reyes Magos llegaron hasta nosotros gracias a algunos de los apócrifos. En ninguno de los canónicos son nombrados con sus nombres.
En el Protoevangelio de Santiago, se refiere que cuando llega el momento del parto, José y María entran en una cueva. Ocurren signos maravillosos, como la detención del curso del tiempo, plasmada en una escena campestre en la que personas y animales quedan inmóviles, como las aves suspendidas en el aire. José busca a una partera israelita para ayudar a María. La encuentra, pero cuando llega a la cueva, el nacimiento ya ha tenido lugar. La partera glorifica a Dios por el milagroso nacimiento y lo comunica a una amiga, de nombre Salomé. Esta se muestra incrédula y exige una comprobación física de la virginidad de María; la realiza ella misma, pero su mano queda carbonizada por su incredulidad. Arrepentida, Salomé quedará curada al tomar al Niño entre sus brazos. Resulta curioso como en este evangelio se afronta abiertamente la virginidad de María.

La crucifixión

En el evangelio de Nicodemo aparece por primera vez el nombre de los dos ladrones crucificados junto a Jesús, Dimas y Gestas. Este dato tampoco aparece en los canónicos. Así mismo, un episodio tan fundamental como el lanzazo que sufrió el Nazareno a manos de un soldado, sólo es recogido de pasada en el evangelio de Juan. Nicodemo no solo nombra al soldado por su nombre, Longino, si no que da un pormenorizado detalle de los hechos.

María Magdalena

En los últimos años se ha debatido mucho sobre el verdadero papel de María Magdalena en la vida de Jesús. No necesito recordarte el enorme éxito que cosechó el Código da Vinci, novela en la que Dan Brown expone sus teorías sobre este asunto. Te recuerdo la "Ultima Cena" de Leonardo da Vinci en la que la figura de Jesús dirige su atención hacia un apóstol(al parecer Santiago), al que el pintor dota de apariencia femenina. ¿Es Santiago o María Magdalena?. Pues bien, en el evangelio de María, María Magdalena es considerada el primer apóstol por delante de Pedro, y en el evangelio de Felipe se defiende la imagen de una comunidad de seguidores de Jesús en la que tenían mucha importancia las mujeres. Ya ves, nada que ver con la Iglesia actual.

Creo firmemente que estos textos(más de cincuenta), como mínimo merecen ser estudiados con atención, entre otras cosas porque nos dan una visión más amplia de Jesús de Nazaret. Lo menos importante es que consideremos a Jesús un personaje histórico o el Hijo de Dios. Lo importante de verdad es el mensaje de amor y paz que nos transmitió. ¿No te parece?.

Por último voy a hacer mención de una novela de Fernando Sánchez Dragó, " La Prueba del Laberinto"(Premio Planeta), en la que trata, desde su punto de vista un tanto peculiar, de los evangelios apócrifos. En esta novela Fernández Dragó asegura que los evangelios canónicos fueron elegidos en el concilio de Nicea mediante un método un tanto chapucero, a saber, se pusieron todos los evangelios existentes encima de una mesa con una de las patas cojas. Se agitó la mesa y los cuatro últimos evangelios que quedaron se consideraron los verdaderos. En fin, lo dejo ahí. Además, ¿Quién nos dice que en todo esto no estuvo por medio el Espíritu Santo y su inspiración?.

Quedar en paz








 







 



 
 




sábado, 16 de abril de 2016

De la Tierra a la Luna y mucho mas


Querido lector-a,

Ya habrás supuesto, por el titulo de esta reseña, que hoy te voy a hablar de uno de los mayores genios de la literatura mundial, Julio Verne.

Julio Verne; Nantes, 1828 - Amiens, 1905 es considerado el fundador de la moderna literatura de ciencia ficción. Predijo con gran precisión en sus relatos fantásticos la aparición de algunos inventos generados por los avances tecnológicos del siglo XX, como la televisión, los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales. Recuerdo perfectamente la época en que leí, ya hace muchos años, la primera novela de Verne, nada menos que "20.000 leguas de viaje submarino". Fue durante uno de aquellos veranos de mi adolescencia en el que empezaba a entusiasmarme con mis lecturas. Después siguieron muchas mas novelas del genio francés. Con Él he conocido las bellezas del fondo del mar, he dado la vuelta al mundo, he vivido en una isla desierta, he viajado a la Luna, al centro de la Tierra y he podido recorrer todos los mares y océanos de nuestro planeta.

No sé a que iluminado se le ocurrió clasificar la obra de Verne dentro de la categoría de novela juvenil. Me parece que su obra es absolutamente inclasificable, entre otras cosas porque Julio Verne creó un estilo propio que nadie se ha atrevido a imitar. 

Hay muchas cosas que me seducen de Verne. Además del espíritu de aventura, sus obras están llenas de amor por la ciencia y el progreso y, a mi juicio lo más importante, contienen valores como la amistad, la generosidad, la honradez y el respeto a todo aquel que destaca por su inteligencia o bondad. Incluso en una época en la que la segregación racial era algo absolutamente normal (estamos hablando de la segunda mitad del siglo XIX), Verne demuestra un cariño especial por todos sus personajes de razas distintas a la blanca o de culturas no europeas.

Si no te importa, vamos a recordar algunas de sus mejores novelas. Por supuesto no están todas, pero las que están son muy representativas de la obra de Julio Verne:



Cinco semanas en globo (1863), obra que lo lanzó al éxito y lo estimuló a proseguir con la temática de la novela de aventuras y fantasía. El mismo editor le encargó una colaboración regular para la revista Magazine d'éducation et de récréation, y en poco tiempo alcanzó una gran celebridad. Aprovechando sus conocimientos geográficos, adquiridos a través de numerosos viajes por Europa, África y América del Norte, y su entusiasmo por la revolución tecnológica e industrial, Verne se convirtió en un especialista de los relatos de viajes y aventuras de corte científico. Su dominio de la tensión dramática le permitió combinar extravagantes situaciones y momentos poéticos en una prosa ligera y amena.

Viaje al centro de la Tierra (1864), para lo cual se aplicó a la geología, la mineralogía y la paleontología. Las detalladas descripciones de animales antediluvianos maravillaron a los expertos, poniendo de manifiesto su extraordinaria intuición científica

De la Tierra a la Luna (1865), cuya publicación despertó tal entusiasmo por los viajes espaciales que su despacho se inundó de cartas solicitando reservas para el próximo viaje lunar. La novela se ocupaba tan sólo de los preparativos del viaje, y su extraordinaria acogida indujo al autor a completar la historia con su segunda parte, Alrededor de la Luna (1870), que relata el viaje propiamente dicho.

Las aventuras del capitán Hatteras (1866) narra la desventurada expedición de este tenaz y singular personaje al Polo Norte, en cuyo transcurso encuentra al capitán Altmont, superviviente de una expedición americana con el mismo objetivo.

 Los hijos del capitán Grant (1868) emprenden un dilatado viaje que los lleva hasta Australia en busca de su padre, cuyo paradero sólo conocen parcialmente por un mensaje suyo hallado en una botella.

Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) es, entre su extensísima producción, uno de los libros que conserva más íntegro su encanto. La peripecia se inicia cuando una fragata americana parte en busca de un monstruo marino de extraordinarias proporciones al que se atribuyen múltiples naufragios. El monstruo aparece, se precipita sobre el barco expedicionario y lo echa a pique, llevándose en su espinazo al naturalista Aronnax, a su fiel criado Conseil y al arponero Ned Land. El monstruo resulta ser un enorme submarino, el Nautilus, en el cual los tres hombres pasarán cerca de diez meses hospedados por el enigmático capitán Nemo, artífice del invento. Visitarán los tesoros sumergidos de la Atlántida, lucharán contra caníbales y pulpos gigantes y asistirán a un entierro en un maravilloso cementerio de coral.

La isla misteriosa (1874), otra de sus más destacadas novelas, representa el cierre de la trilogía que forma junto con Los hijos del capitán Grant y Veinte mil leguas de viaje submarino al retomar y relatar el destino de dos de sus personajes: Ayrton y el capitán Nemo. Deudora del Robinson Crusoe de Defoe, tiene como protagonista al ingeniero Cyrus Smith, cuyos saberes técnicos y prácticos permiten la supervivencia del grupo de personajes que llega accidentalmente a la isla.




Si tienes hijos a partir de los doce años, es un buen momento para iniciarles en la obra de Verne. Puedes estar seguro que un rato leyendo una de sus novelas les va a ser mas enriquecedor que un día delante de la pantalla de una tablet o un ordenador. Y puedes aprovechar para releer con ellos muchas de sus obras. Te aseguro que no va a ser un tiempo perdido. Cada vez que releo alguna de estas novelas me transporto a mis años de joven lector voraz.
 
Quedar en paz


 
 
 


viernes, 15 de abril de 2016

Arden las bibliotecas

Estimado lector-a,

Supongo que cuando hayas leído el titulo de esta reseña te parecerá que he perdido el norte. Puedes estar tranquilo-a, todavía no me ha ocurrido, aunque con los tiempos que corren, no pierdo la esperanza. En realidad voy a contarte la historia de una sucesión de despropósitos que abarcan mas de dos mil años de antigüedad.

Como sabes los primeros escritos eran de papiro y este material dio paso al pergamino, que se utilizó hasta la llegada a Europa del papel, invento chino que llegó a nosotros gracias a comerciantes como el archiconocido Marco Polo. Pues bien, desde 2500 años antes de Cristo ya se conocen las primeras bibliotecas. Lo curioso es que todas ellas, de una u otra manera fueron destruidas por los enemigos de sus creadores. Parece ser que cuando un invasor entraba en una ciudad lo primero que hacía era quemar sus libros y asesinar a sus gentes. Es realmente curioso el miedo a los libros que siempre han tenido los violentos de cualquier época y condición. Es como si el saber para el ignorante  fuera un arma mas poderosa que cualquier otra.

Jorge Luis Borges que, como ya he comentado otras veces era un ferviente amante de las bibliotecas, en uno de sus cuentos escritos en 1941, imaginó una biblioteca universal en la que estuvieran reunidos todos los libros producidos por el hombre. Sin duda este modelo literario se acerca mucho a lo que parece que fue la gran biblioteca de Alejandría. Esta biblioteca fue fundada al inicio del reinado de los Ptolomeo en Egipto. Se calcula, de una forma un tanto optimista, que llegó tener nada menos que 700.000 volúmenes en todos los idiomas conocidos en la época y sobre todas las materias. ¿Te imaginas si todo ese saber hubiera llegado hasta nosotros?. Posiblemente el progreso de nuestra sociedad actual hubiera sido mucho más rápido y eficaz. Lo curioso de la destrucción de esta biblioteca es que, en contra de lo que se ha creído hasta hace poco, su destrucción no fue obra de un solo sujeto, si no que durante varios siglos pusieron su granito de arena desde Julio César, al parecer autor del primer incendio, pasando por Cleopatra y sus esbirros, los cristianos de la época del patriarca Teófilo, muy preocupado por la ortodoxia cristiana( y a mí que eso me suena), y por último los musulmanes, que al parecer destrozaron todo lo que no fuera el Corán (pues me sigue sonando esto de algo). Me sigue resultando curioso que gentes tan dispares se unan como una piña a lo largo de los siglos para destruir el templo del saber alejandrino.

Lo malo de esto es que la biblioteca de Alejandría no fue la única destruida a lo largo de los siglos. Voy a detallarte brevemente algunas de esta barbaridades:

En 1975 se encontraron en Ebla (Siria) más de 20.000 tablillas pertenecientes a una biblioteca creada en el año 2500 A.C. En Nínive (Irak), también se hallaron en 1842 otras 20.000 tablillas. En Tebas (Egipto) también se creó hacia 1250A.C. una biblioteca sagrada o casa de los libros, ya desaparecida. En Persepolis (Irán), se hallaron 30.000 tablillas procedentes de una biblioteca creada por Darío I y destruida nada menos que por Alejandro Magno. Y así todas y cada una de las bibliotecas griegas y romanas fueron cayendo victimas de la barbarie. Ya en la época moderna, en Yucatán (México), frailes españoles destruyeron todos los códices aztecas y mayas que se pusieron a su alcance. En Washington, en 1814, los ingleses incendiaron la biblioteca del congreso en plena guerra de independencia americana. Y ya recientemente, tuvimos que acudir al incendio de la biblioteca de Bagdad ante la pasividad de las tropas americanas o la de El Cairo que albergaba 200.000 documentos sobre la historia del antiguo Egipto. Por cierto, en esto los nazis no quisieron ser menos y el ministro de propaganda Goebbels, quemó en 1933 en la Bebelplatz de Berlín una gran cantidad de libros únicos.

En fin, un desastre. Ya ves que eso de quemar libros es asombrosamente frecuente en la historia mundial. Para desentumecer un poco la tensión que me ha creado escribir sobre tanta barbarie, te recuerdo otra quema de libros, esta imaginaria, la de los libros de caballería de Don Quijote en el corral de su casa, mano a mano entre el cura y el bachiller Sansón Carrasco.

Por último te recomiendo que leas muchos libros, porque me temo que los bestias no se han extinguido y cualquier día nos llega uno y se dedica a darle al fuego. Por lo menos que la barbarie nos pille leídos, ¿no te parece?.

Quedar en paz


miércoles, 13 de abril de 2016

La mejor manera de ser feliz

Querido lector-a,

Hoy no voy a hablarte de libros ni de lecturas, hoy te voy a hablar de vida. Esta mañana he visto en una red social una entrevista a un hombre de 80 años que ha conseguido hacerme saltar las lagrimas. Últimamente, debe ser cosa de la edad, me estoy volviendo de lagrima fácil. No me preocupa, todo lo contrario, eso quiere decir que a pesar de los vaivenes de mi vida, todavía me queda algo de sensibilidad. Ya sabes que en realidad los hombres no lloramos(por lo menos eso me enseñaron a mi), eso es cosa de chicas, pero mira, parece que mi lado femenino está pugnando por salir. En fin, me dejo de tonterías y te reproduzco el enlace a la entrevista:


https://www.facebook.com/escuderense/videos/1642282972685234/


¿Emocionante verdad?. Tengo la suerte de dedicar una parte importante de mi tiempo actual a cuidar de mis padres, a punto de cumplir noventa primaveras. Te puedo asegurar que para mi cuidar de ellos no es una obligación, es un privilegio que Dios me ha regalado. Ahora que me sobra el tiempo y por lo tanto lo puedo perder a mi antojo, me he dedicado a repasar mi vida. Soy plenamente consciente de mis errores y mis aciertos y puedo asegurar que mi mayor activo ha sido poder ofrecer a mis padres la mejor vejez.

El cuidado de personas mayores puede parecer una tarea ingrata. Te puedo asegurar que en absoluto lo es. Mira, te voy a contar una anécdota. Todas las noches entro en la habitación de mi Madre para darle un beso de buenas noches. A veces, ella me toma la cara y prolonga el beso. Cuando le pregunto, ¿y esto por qué guapísima?, Ella sonríe y solo con su mirada me basta para entenderla. Jamás nadie me ha remunerado mas ampliamente que Ella con esa sonrisa.

Me cuesta mucho entender que haya hijos que abandonen a sus padres. Sé perfectamente que la vida de hoy en día a veces no permite dedicarles mucho tiempo, pero el día es muy largo y siempre hay hueco para una llamada o para una visita. Entiendo la existencia de residencias geriátricas, muy necesarias en determinados casos. Pero ingresar a tus padres en una residencia no es aparcarlos ahí para siempre. Es obligación de los hijos(incluso legal), cuidar de ellos en todas las circunstancias.

Es evidente que dado que la juventud está demasiado ocupada para cuidar de sus mayores, mi generación va a terminar en uno de esos centros. A veces bromeo con algunos de mis amigos con hijos (yo no los tengo), y les digo que a pesar de todo, ellos y yo vamos a terminar en una residencia. La diferencia es que ellos van a estar cabreados y yo no.

Lo que sí tengo muy claro es que la mejor manera de ser feliz es entregarte de alguna manera a los demás y está claro que si no lo haces con los que tienes más cerca, ¿con quién lo vas a hacer?.

Como es muy difícil evadirme a mi obsesión de hablarte de libros, te recomiendo uno maravilloso que trata en cierto modo este tema, "la sonrisa etrusca" de José Luis Sampedro. Ves, al final he terminado hablando de libros, ya ves lo fiel que soy a mis intenciones.

Quedar en paz







sábado, 9 de abril de 2016

La belleza de los libros

"Los libros no se han hecho para servir de adorno: sin embargo, nada hay que embellezca tanto como ellos en el interior del hogar."
          Harriet Beecher Stowe (1811-1896) Escritora estadounidense.
 
 
Querido lector-a,
 
Hoy encabezo mi reseña con una frase que resume fielmente el tema de la misma. En casi todas las casas que conozco hay libros decorando salones o zonas en las que se busca mantener una estética acogedora. Siempre que veo estos pobres libros olvidados me compadezco de ellos, ya que es evidente que están ejerciendo una misión diferente de la que en un principio tenían asignada. Yo siempre hago la misma comparación, esto es como construir un coche y dejarlo para siempre encerrado en un garaje. Para los aficionados a la lectura es fácil comprobar si una biblioteca es simplemente un adorno mas de la casa o tiene a alguien que la está disfrutando. Las más sospechosas son esas bibliotecas plagadas de volúmenes encuadernados en piel o  de colecciones completas casi siempre de temas científicos e incluso filosóficos. En estas bibliotecas por supuesto no existen los libros de bolsillo y ninguno de sus ejemplares tiene esas marcas gastadas en sus lomos que denotan el manoseo de sus dueños.
 
Hablando de esto con otro aficionado a los libros, me decía con muy buen criterio que a Él si le dan a elegir entre que hayan libros decorativos en una casa o que no haya ninguno, se decanta siempre por la primera opción. La razón es bien sencilla, ¿quién puede decir que, alguna vez algún habitante de esa casa, vencido por el aburrimiento, no decida coger un libro de su biblioteca y hasta abrirlo?. Incluso, fíjate, puede que hasta le guste y estemos asistiendo al nacimiento de un nuevo lector. Visto así, me parece hasta lógico y, voy mas allá, al fin y al cabo los libros los publican las editoriales y si así se consigue que se vendan mas libros y se puedan publicar muchos mas, pues miel sobre hojuelas. Desgraciadamente lo más habitual es que en muchas casas se compren libros para tratar de dar una imagen de nivel cultural alto que suele quedarse en mera decoración.

Resulta curioso que incluso existan ofertas de vinilos decorativos en forma de bibliotecas para decorar las paredes. Cómo no, esta aberración llega desde China, ¿de dónde si no?.
Incluso me he encontrado, buscando por ahí, una serie de consejos decorativos para que una biblioteca quede atractiva. Son tan curiosos que no puedo menos que transcribírtelos. Ahí van:

"Si eres un devorador de libros seguramente tengas una gran colección de publicaciones repartidas por la casa. En el siguiente resumen te contamos algunos secretos de decoración para tener una biblioteca impactante. Por ejemplo, recuerda siempre poner todos los libros al borde de la libreria independientemente de su tamaño para lograr un mayor impacto visual
- A la hora de colocarlos, piensa en la mejor forma para encontrarlos después (por estilos, por temas, géneros, idiomas, por sus dueños dentro de la casa...). no es necesario colocarlos por colores ni por tamaños y el collage caótico que se formará también resulta atractivo
- Saca también tus libros de bolsillo a la vista, no todos los libros tienen unas tapas de colección
- Limpia las estánterías de polvo al menos una vez al mes, aunque sea de forma rápida con un plumero. Notarás la diferencia. Cuida que no haya humedades en ningún rincón ni pared
- Si la libreria es muy grande y te sobra espacio, siempre se puede poner algún objeto de adorno que ayude a despejar la vista
- El entorno de la habitación también marca la colocación de los libros. En un salón decorado de forma clásica, debe estar la librería perfectamente ordenadas. En una buhardilla o una vivienda en el campo puede permitirse una colocación algo menos exigente."

Que, ¿curioso verdad?. Pues nada, vamos a preocuparnos un poco de poner atractiva nuestra biblioteca, eso sí no dejemos de incrementarla y sobre todo, de disfrutarla de la única manera que se puede disfrutar una biblioteca, leyendo. Por supuesto, que quede clarísimo que el valor real de un libro tiene poco que ver con su apariencia exterior.

Quedar en paz



 
 
 

jueves, 7 de abril de 2016

Cervantes y sus misterios

Querido lector-a,

Es curioso la poca información personal que tenemos de algunos de los principales escritores en nuestra lengua. El de Miguel de Cervantes es un caso realmente peculiar. Desconocemos con seguridad su lugar de nacimiento, hasta hace muy poco ni siquiera era seguro el lugar en el que se hallaba su tumba y, ahora que por fin se conoce, está siendo muy difícil localizar sus restos debido a que no existen descendientes directos y no se pueden realizar pruebas de adn. Es como si el padre de nuestro entrañable Don Quijote, nos hubiera ocultado su al parecer triste y azarosa vida para dar protagonismo a su obra y a los personajes inmortales que contienen.

Es evidente que la vida de un escritor influye de forma fundamental en su obra. Cualquier lector que se haya sumergido en las aventuras de Don Quijote, se ha dado perfecta cuenta de que todos los paisajes en los que se desarrollan sus aventuras han sido previamente hollados por los pies de Don Miguel. Es evidente que El Quijote no es una obra autobiográfica, pero, ¿te has preguntado alguna vez cuantos de los personajes que aparecen en esta novela no solo existieron en la imaginación del autor, si no que fueron inspirados por personas reales que se encontró en las muchas andanzas que la vida le deparó?. ¿De verdad que no has conocido nunca a ningún Sancho Panza?. Yo te aseguro que sí, pero, por supuesto, bastante menos graciosos que el original.

Siguiendo con la vida de Cervantes hay un autor, Andrés Trapiello, que nos habla en sus obras de muchas de las desventuras, más que aventuras, que vivió Don Miguel durante su vida. De todos es conocida su participación en la batalla de Lepanto, lo que le valió graves heridas en uno de sus brazos. Menos conocida es su desgraciada experiencia como recaudador de impuestos en Andalucía o los problemas de las mujeres de su familia con la justicia en Valladolid. Por cierto, este último episodio ha inspirado una de las última novelas de Juan Eslava Galán, " el misterioso asesinato en casa de Cervantes". En cuanto la lea os contaré cosas sobre ella. Pero bueno, no se si Cervantes estaría de acuerdo, pero si toda esa vida sirvió para que de su pluma surgiera El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, creo que mereció la vida el sufrimiento.

Como sabes, este año se celebra el cuatrocientos aniversario de la muerte de Cervantes. Pues mira, aquí va un acertijo sobre esta fecha: ¿sabías que Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día pero en distinta fecha?. La explicación es simple, el día que murieron fue efectivamente el mismo, pero en esa época en España seguíamos ya el calendario gregoriano y sin embargo en Inglaterra seguían uno propio, por lo que la fecha era distinta. Curioso que dos de los máximos genios de la literatura mundial se fueran de este mundo el mismo día. Se ha especulado sobre si estos dos escritores llegaron a conocer sus obras. Parece que no existe constancia de que Cervantes conociera a Shakespeare, pero sí de lo contrario, ya que este último se inspiró en una de sus obras en el Persiles y Segismunda, unas de las novelas ejemplares de Don Miguel.

Un insigne filólogo describió el Quijote como ese libro que siempre se coge con gusto y se deja con pena. Alguna vez me han preguntado si he leído el Quijote completo y si quieres que te diga la verdad, la pregunta nunca ha dejado de parecerme un poco tonta. ¿Puede haber algún amante de la literatura que no haya leído el Quijote?. No creo que eso sea un mérito, más bien un placer. Desde que lo leí por primera vez no he dejado de releerlo. Pues mira, te propongo un juego que yo practico habitualmente, que ni es de azahar ni te va a estresar como el tetris y compañía. Es muy sencillo, coge tu ejemplar del Quijote, ábrelo al azar y lee el capitulo que te haya salido a relucir. Ya verás como ni una sola vez dejas de disfrutar ese rato que dediques a ello. Ya me contarás si merece la pena que patentemos el jueguecito.

Por último, déjame que rompa una lanza en contra de las llamadas versiones del Quijote, ya sean juveniles o intentos de traducción al castellano actual. Eso no son mas que paparruchas. Pero vamos a ver, ¿a quién se le ocurre preferir el chope antes que el jamón de pata negra?. Pues eso, donde esté la versión original que se quite todo lo demás.

Quedar en paz




martes, 5 de abril de 2016

El Cementerio de los Libros Olvidados

Querido lector-a,

Acabo de releer con auténtico placer una novela de Carlos Ruiz Zafón, Marina es su título, que creo que merece ser mas conocida de lo que es. En principio esta obra fue catalogada como novela juvenil, pero poco a poco, a base de lecturas y más lecturas se ha convertido en una de las mejores novelas de amor y misterio que se han escrito en los últimos años. Y digo a base de lecturas porque soy de los que cree que un libro nunca deja de escribirse, todo lo contrario se va reescribiendo y enriqueciendo cada vez que alguien lo lee.

Esta novela, ambientada como tantas otras de Ruiz Zafón, en los viejos y decadentes barrios góticos y modernistas de la Barcelona de los años cincuenta del siglo pasado, es una doble historia de amor, envueltas ambas en un misterio macabro. Estos dos amores terminan siendo imposibles como tantos otros. Uno porque el destino golpea una y otra vez a los amantes y la otra porque la muerte termina interponiéndose entre ellos. Dice el autor en la introducción de la novela que esta es tal vez su favorita y no me extraña absolutamente nada.

Cada vez que leo a Ruiz Zafón, me viene a la memoria la imagen de la mejor escena que creo haber leído y ¿por qué no decirlo?, vivido en mis muchos años de lector. Esta no es otra que la aparición en su novela La Sombra del Viento, del cementerio de los libros olvidados. Situado en algún lugar secreto de una de las zonas modernistas de Barcelona, en este cementerio se albergan miles y miles de libros escritos a lo largo de los años y olvidados por los lectores. Cada vez que un nuevo visitante tiene el honor de penetrar en este santuario, el viejo bibliotecario le acompaña a través del laberinto de estanterías y le invita a que coja un solo libro y se lo lleve. Me imagino dentro de aquel paraíso horas y horas tratando de elegir un libro que seguro marcará el resto de mi vida. Esta escena se vuelve a repetir en sus siguientes novelas, El Juego del Ángel y El Prisionero del Cielo. Por favor que ningún amante de la literatura deje de sumergirse en el cementerio de los libros olvidados. ¿Qué tal si leemos juntos el inicio del Prisionero del Viento y su escena del cementerio de los libros olvidados?. Aquí lo tienes:

El Cementerio de los Libros Olvidados

Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido. —Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie —advirtió mi padre—. Ni a tu amigo Tomás. A nadie. —¿Ni siquiera a mamá? —inquirí yo, a media voz. Mi padre suspiró, amparado en aquella sonrisa triste que le perseguía como una sombra por la vida. —Claro que sí —respondió cabizbajo—. Con ella no tenemos secretos. A ella puedes contárselo todo. Poco después de la guerra civil, un brote de cólera se había llevado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi cuarto cumpleaños. Sólo recuerdo que llovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo lloraba le faltó la voz para responderme. Seis años después, la ausencia de mi madre era para mí todavía un espejismo, un silencio a gritos que aún no había aprendido a acallar con palabras. Mi padre y yo vivíamos en un pequeño piso de la calle Santa Ana, junto a la plaza de la iglesia. El piso estaba situado justo encima de la librería especializada en ediciones de coleccionista y libros usados heredada de mi abuelo, un bazar encantado que mi padre confiaba en que algún día pasaría a mis manos. Me crié entre libros, haciendo amigos invisibles en páginas que se deshacían en polvo y cuyo olor aún conservo en las manos. De niño aprendí a conciliar el sueño mientras le explicaba a mi madre en la penumbra de mi habitación las incidencias de la jornada, mis andanzas en el colegio, lo que había aprendido aquel día... No podía oír su voz o sentir su tacto, pero su luz y su calor ardían en cada rincón de aquella casa y yo, con la fe de los que todavía pueden contar sus años con los dedos de las manos, creía que si cerraba los ojos y le hablaba, ella podría oírme desde donde estuviese. A veces, mi padre me escuchaba desde el comedor y lloraba a escondidas. Recuerdo que aquel alba de junio me desperté gritando. El corazón me batía en el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y echar a correr escaleras abajo. Mi padre acudió azorado a mi habitación y me sostuvo en sus brazos, intentando calmarme. —No puedo acordarme de su cara. No puedo acordarme de la cara de mamá —murmuré sin aliento. Mi padre me abrazó con fuerza. —No te preocupes, Daniel. Yo me acordaré por los dos. Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían. Aquélla fue la primera vez en que me di cuenta de que mi padre envejecía y de que sus ojos, ojos de niebla
y de pérdida, siempre miraban atrás. Se incorporó y descorrió las cortinas para dejar entrar la tibia luz del alba. —Anda, Daniel, vístete. Quiero enseñarte algo —dijo. —¿Ahora? ¿A las cinco de la mañana? —Hay cosas que sólo pueden verse entre tinieblas —insinuó mi padre blandiendo una sonrisa enigmática que probablemente había tomado prestada de algún tomo de Alejandro Dumas. Las calles aún languidecían entre neblinas y serenos cuando salimos al portal. Las farolas de las Ramblas dibujaban una avenida de vapor, parpadeando al tiempo que la ciudad se desperezaba y se desprendía de su disfraz de acuarela. Al llegar a la calle Arco del Teatro nos aventuramos camino del Raval bajo la arcada que prometía una bóveda de bruma azul. Seguí a mi padre a través de aquel camino angosto, más cicatriz que calle, hasta que el reluz de la Rambla se perdió a nuestras espaldas. La claridad del amanecer se filtraba desde balcones y cornisas en soplos de luz sesgada que no llegaban a rozar el suelo. Finalmente, mi padre se detuvo frente a un portón de madera labrada ennegrecido por el tiempo y la humedad. Frente a nosotros se alzaba lo que me pareció el cadáver abandonado de un palacio, o un museo de ecos y sombras. —Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie. Ni a tu amigo Tomás. A nadie. Un hombrecillo con rasgos de ave rapaz y cabellera plateada nos abrió la puerta. Su mirada aguileña se posó en mí, impenetrable. —Buenos días, Isaac. Éste es mi hijo Daniel —anunció mi padre—. Pronto cumplirá once años, y algún día él se hará cargo de la tienda. Ya tiene edad de conocer este lugar. El tal Isaac nos invitó a pasar con un leve asentimiento. Una penumbra azulada lo cubría todo, insinuando apenas trazos de una escalinata de mármol y una galería de frescos poblados con figuras de ángeles y criaturas fabulosas. Seguimos al guardián a través de aquel corredor palaciego y llegamos a una gran sala circular donde una auténtica basílica de tinieblas yacía bajo una cúpula acuchillada por haces de luz que pendían desde lo alto. Un laberinto de corredores y estanterías repletas de libros ascendía desde la base hasta la cúspide, dibujando una colmena tramada de túneles, escalinatas, plataformas y puentes que dejaban adivinar una gigantesca biblioteca de geometría imposible. Miré a mi padre, boquiabierto. Él me sonrió, guiñándome el ojo. —Daniel, bien venido al Cementerio de los Libros Olvidados. Salpicando los pasillos y plataformas de la biblioteca se perfilaban una docena de figuras. Algunas de ellas se volvieron a saludar desde lejos, y reconocí los rostros de diversos colegas de mi padre en el gremio de libreros de viejo. A mis ojos de diez años, aquellos individuos aparecían como una cofradía secreta de alquimistas conspirando a espaldas del mundo. Mi padre se arrodilló junto a mí y, sosteniéndome la mirada, me habló con esa voz leve de las promesas y las confidencias. —Este lugar es un misterio, Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando
un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño. Cada libro que ves aquí ha sido el mejor amigo de alguien. Ahora sólo nos tienen a nosotros, Daniel. ¿Crees que vas a poder guardar este secreto? Mi mirada se perdió en la inmensidad de aquel lugar, en su luz encantada. Asentí y mi padre sonrió. —¿Y sabes lo mejor? —preguntó. Negué en silencio. —La costumbre es que la primera vez que alguien visita este lugar tiene que escoger un libro, el que prefiera, y adoptarlo, asegurándose de que nunca desaparezca, de que siempre permanezca vivo. Es una promesa muy importante. De por vida —explicó mi padre—. Hoy es tu turno. Por espacio de casi media hora deambulé entre los entresijos de aquel laberinto que olía a papel viejo, a polvo y a magia. Dejé que mi mano rozase las avenidas de lomos expuestos, tentando mi elección. Atisbé, entre los títulos desdibujados por el tiempo, palabras en lenguas que reconocía y decenas de otras que era incapaz de catalogar. Recorrí pasillos y galerías en espiral pobladas por cientos, miles de tomos que parecían saber más acerca de mí que yo de ellos. Al poco, me asaltó la idea de que tras la cubierta de cada uno de aquellos libros se abría un universo infinito por explorar y de que, más allá de aquellos muros, el mundo dejaba pasar la vida en tardes de fútbol y seriales de radio, satisfecho con ver hasta allí donde alcanza su ombligo y poco más. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante supe que ya había elegido el libro que iba a adoptar. O quizá debiera decir el libro que me iba a adoptar a mí. Se asomaba tímidamente en el extremo de una estantería, encuadernado en piel de color vino y susurrando su título en letras doradas que ardían a la luz que destilaba la cúpula desde lo alto. Me acerqué hasta él y acaricié las palabras con la yema de los dedos, leyendo en silencio.


Por último espero que no dejéis de leer estas maravillosas novelas.

Quedar en paz