lunes, 29 de mayo de 2017

Las comparaciones son odiosas pero útiles

Estimado lector-a,

Soy consciente de que esto que voy a escribir hoy es muy posible que no guste a muchos de mis lectores, pero creo que debo expresar lo que pienso con total honestidad, sin temor a criticas o reproches.

Como sabes, el lunes pasado tuvo lugar un horrible atentado en Manchester. Los medios de comunicación se han hecho eco de forma completísima de este cruel acto de barbarie. Conocemos perfectamente las circunstancias en la que se produjo la inmolación de ese demente y sus consecuencias. Nos han enseñado el lugar de los hechos, la vida y la vivienda del terrorista, las caras y hasta las circunstancias personales de muchas de las victimas. Nos han dado cumplida cuenta de la investigación policial, de las reacciones de los ciudadanos (muchas de ellas emotivas) y hasta se nos ha ido informando de los distintos niveles de alerta decretados por las autoridades. Hasta aquí, lo normal en cualquier atentado terrorista en Europa y lo mismo que se hizo en París, Bruselas, Niza, etc.

El jueves pasado se produjo en Egipto otro cruel atentado contra un autobús, ocupado por un grupo de ciudadanos coptos que provocó 28 muertos, muchos de ellos niños. Pues bien, esos mismos medios de comunicación que nos mega informaron del primer atentado, a este segundo apenas le dedicaron unos minutos al día siguiente y, desde entonces,  nada se ha sabido. No se nos ha informado apenas de las circunstancias, las victimas son completamente anónimas para nosotros y ni siquiera se han molestado en hacer un breve informe sobre la tragedia que está viviendo el pueblo copto.

Todo esto me lleva a pensar que las victimas de atentados no son iguales en función del lugar donde mueran. Créeme querido lector que me duele mucho hacer esta afirmación, pero a las pruebas me remito. Espero, desde mi natural inocencia, que la causa de este agravio comparativo sea la situación geográfica y no la cultural o racial. Sería terrible que en occidente llegemos a un punto en el que el valor de las victimas esté más en el idioma que hablan, en lo que creen o en el color de su piel, que en el mero hecho de que todas son seres humanos, con padres, con hijos y con una vida por delante.

Siento haber hecho hoy de Pepito Grillo querido lector, pero sinceramente, esto me está rondando varios días y si no lo digo reviento. Termino deseando que nunca más hayan victimas, ni de primera ni de segunda clase.

Quedar en paz








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