Estimado lector-a,
Desde la primera vez que tuve la suerte de contemplar en el museo del Prado el retrato de la familia de Carlos IV, obra como sabes de Francisco de Goya, hay un personaje de este cuadro que siempre me ha intrigado. Me refiero a la niña que la Reina arropa con su brazo por encima del hombro. Esta joven es la infanta María Isabel de Borbón, hija de Carlos IV(presuntamente, ya que las malas lenguas de la corte, que siempre las hay, atribuían la paternidad a Godoy, poderoso valido de la época) y de la reina María Luisa de Parma.
Muchas veces he pensado que detrás de esa imagen oficial había una niña que se rebelaba contra su destino, servir de moneda de cambio en los tratados entre las casas reales de la época. Siendo muy niña, su padre ya trató de ofrecérsela como esposa nada menos que a Napoleón Bonaparte. Afortunadamente para Ella, en aquella época Napoleón estaba bajo el hechizo de Josefina, explosiva caribeña que volvió loco al amo de Europa.
Por fin, a los trece años la casaron con su primo Francisco I de las dos Sicilias, a la sazón doce años mayor que ella y viudo. Unos meses después de su matrimonio abandonaría para siempre su país y su familia para vivir hasta su muerte en Nápoles.
Lo curioso de estas mujeres es que a pesar de su destino no dejan nunca de buscar el amor verdadero. Es como si una vez que han cumplido sus deberes oficiales se esforzaran por alcanzar por fin la autentica felicidad. Me explico, durante su matrimonio, María Isabel tuvo nada menos que doce hijos durante los veintiocho años que duró . Sin embargo, al enviudar en 1830, todavía tuvo ánimo de buscar el amor. Tardó nueve años en encontrarlo, pero cuando contaba cincuenta se casó en secreto con un hombre de treinta y cuatro, Francesco del Bazo. Al parecer con él conoció el amor verdadero hasta que la muerte los separó.
El misterio de esta infanta ha llegado hasta nuestros días en forma del escandalo provocado por uno de sus retratos. Hace unos años, estalló un conflicto que terminó en los tribunales, por la venta de este retrato atribuido nada menos que a Goya y cuya autoría fue certificada por un experto. Pues bien, años después el dueño del cuadro solicitó a otros dos expertos la tasación de su colección y estos certificaron que el cuadro había sido pintado veinte años después de la muerte del pintor de Fuendetodos. En fin cosas que pasan.
Siguiendo con este tema de las infantas díscolas, una de las hijas de María Isabel fue la reina María Cristina casada con su tío Fernando VII (luego se quejan de las rarezas de los miembros de algunas casa reales). Pues bien, María Cristina, a la muerte de su esposo, se casó, también en secreto, con un guardia de Corps con el que tuvo siete hijos, Como era regente de su hija Isabel II, hubo que mantener en secreto su historia de amor y ocultar con ropa amplia sus embarazos. ¿Paralelismo entre las vidas de madre e hija o casualidad?, Quién sabe, lo cierto es que el trasfondo de las vidas de estas mujeres es el mismo, la búsqueda del amor pese a quien pese. No se, igual tenemos algo que aprender de ellas.
Quedar en paz
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