Hace once años, en 2006, el periodista y escritor de novela policíaca Domingo Villar, dio vida en su primera novela "Ojos de agua", al inspector Leo Caldas, un personaje solitario, tímido, que goza paseando de noche por las calles de Vigo. Fumador y amante del vino blanco le gusta contemplar el mar y escuchar música en algún club de jazz. Colabora, con no mucho entusiasmo, en un programa de radio. Su ayudante es Rafael Estévez, un aragonés que tiene dificultades para relacionarse con los gallegos y su ironía. Esta extraña y singular pareja se encarga de investigar el crimen de un joven saxofonista que los conduce a las noches de las tabernas y los clubes de jazz.
"La playa de los ahogados", publicada en 2009, es su segunda novela y también la segunda aparición de Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez. La trama comienza con la aparición en la playa de Panxón de un marinero muerto con las manos atadas. El día a día de un pueblo marinero y turístico, los miedos escondidos y las mentiras del pasado son el escenario por donde pasea un Leo Caldas que no sabe hacia dónde dirigir su vida personal. Esta novela fue llevada al cine en 2014.
A principios del 2015 el Ayuntamiento de Vigo propuso novedosas formas de visitar la ciudad y cuyas guías serán los libros cuya trama se desarrolla en Vigo. "Ojos de Agua" será la primera ruta en ponerse en marcha.
Tenemos reciente la última entrega de esta saga, "Cruces de piedra".
Últimamente me estoy aficionando peligrosamente a la novela policíaca, pero es que desde que se nos fue el maestro Vazquez Montalván y su Carvagio, no había disfrutado de novelas como las que últimamente se están publicando. ¿Qué decir de la trilogía de Dolores Redondo, la todavía incompleta de Eva García Saenz o estas de este gallego de Vigo que ya amenaza con convertirse en inmortal?. Pues mira, querido lector-a, creo que voy a ser débil y a sucumbir a esta literatura que algunos consideran menor, pero que para mí es simplemente buena. Ojalá esta afición se contagie a los que me leéis y podamos algún día compartir las andanzas de estos polis buenos pero, hay que reconocerlo, un poco raritos.
Quedar en paz
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